El vacío, el valle de la depresión y la crisis existencial son necesarios, muchas veces.
Nada es permanente.
Todo está cambiando, todo el tiempo.
Una derrota no es permanente, un fracaso no es permanente.
Una victoria no es permanente, un logro no es permanente.
La impermanencia permite la creatividad, la innovación y el cambio.
La felicidad y la tristeza son solo etapas.
Los desafíos y problemas son solo etapas.
Para atravesar la zona de confort y entrar en la zona de crecimiento, hay que encontrarse con desafíos y trascenderlos.
Puede ser doloroso, pero puede volverse agradable navegar en esa incomodidad.
Una vez que nos amigamos con la idea de que nuestra realidad actual no será eterna, diseñar y crear futuro se vuelve más sencillo.
Así es cómo yo salí del automático y la crisis existencial.
Así es cómo yo salí de ese “¿y ahora qué?”
Cuando el confort se vuelve incomodo, es necesario aprender, expandirse.
Construir cosas es la mejor manera de salir del estado de quietud.
No necesitas saber que hacer los siguientes 3 años, al menos en un principio.
Una gran idea, en torno a esto, es construir algo en relación con tus habilidades actuales, pero con nuevos desafíos.
Una mejor idea es construir-te mientras construir algo que te apasione.
Nuevamente, sin necesidad de saber que es lo que vas a hacer en tu futuro.
Podés empezar pequeño y, con el tiempo, entrenarte en las nuevas habilidades que surjan de la exploración consciente y la profesionalización en tu propia obra.
Si sabés hacer una silla, desafiate a hacer un juego de jardín. Si sabés escribir, desafiate a tener un blog. Si sabés cocinar, desafiate a hacer una comida nueva, de otra cultura.
Si te sentís quieto, quieta: Desafiate.
Con el desafío como camino necesario para la evolución, no hay punto final.
Es un juego infinito, el crecimiento está asegurado y el bienestar solo se encuentra en el movimiento.
Recordá que nada es permanente.
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